México en un Espejo: Los Exvotos de San Juan de los Lagos (1870 - 1945)


1870-1945: Una historia secular en formato 26x36

"En el año de 1940, densos nubarrones preñados de tragedia  ensombrecían la vida en nuestra  misma  patria. Presagios de otra contienda trágica entre hermanos oprimía el latir de nuestros corazones [...]"


                    Exvoto de Ana María Guzmán  (1943)



Es (casi) el formato de la fotografía, pero en este caso no se trata de negativos sobre celuloide, sino de láminas, medidas en centímetros. Tales son, para este período, el formato y el soporte habituales. Si bien el exvoto como tal surgió con la humanidad (véase arriba), no ocurre lo mismo con la presentación que nos ofrecen los santuarios mexicanos. Nuestro "retablito" ya no es el hijo de la tábula de madera pintada, procedimiento ancestral, sino de la siderurgia y del laminado, y por ende de la Revolución industrial. En la segunda mitad del siglo XIX, ésta penetró -como lo revela este testimonio palpable- hasta el corazón de la sociedad campesina del Occidente de México. ¿Debe verse en ello un signo de mayor bienestrar ? ¿Por qué no?...

Esta serie de testimonios arroja una luz inédita sobre la historia del pueblo mexicano, en un momento crucial, desde fines de la era tradicional hasta los inicios de la modernidad, a través de la "normalización" porfiriana y la tormenta revolucionaria. Llegamos así a la frágil e incierta paz postrevolucionaria a la que alude A.M. Guzmán en su exvoto, aunque otros documentos no dejan de ponerla en entredicho.

En esta agitada historia, ¿qué ocurre con el exvoto? Este sólo experimenta un eclipse parcial en los años 1920-1930, cuando su número decrece sensiblemente. ¿Se debe este retroceso a la secularización profunda de la sociedad? O ¿se trata de un simple fenómeno coyuntural, ligado "al tiempo de la persecución", como lo escribe una madre de familia en su exvoto, y que impone el silencio en las paredes del santuario? El retorno masivo del gesto votivo después de 1930, suministra la prueba de que sigue siendo para el pueblo una forma de expresión privilegiada.

Aunque la historia por supuesto se expresa aquí a nivel del individuo, es todo el ímpetu imaginativo, todos los sentimientos de un pueblo, aun los más reprimidos, los que se inscriben en algunos centímetros cuadrados. No conozco mejor ilustración de la percepción popular del poder, arbitrario, corrupto, inaccesible, rodeado de sus lacayos, que el exvoto que Gerónima Alba dedicó a la Virgen en diciembre de 1914, al salir de la represión huertista. ¿Sintieron Gerónima y su milagrero (aquel que nosotros llamaremos "el maestro de San Luis Potosí) toda la fuerza de su propia denuncia?

Aquí no sólo están en juego la historia política y la historia social. Un sitio no menos importante corresponde a la cultura material: vivienda, vestimenta, mobiliario, medios de locomoción, aperos de trabajo, armas, constituyen otros tantos valiosos testimonios. ¿Como las instantáneas fotográficas? Mucho mejor, porque aquí toda la documentación está estilizada, estereotipada incluso, y se asemeja a la síntesis. Pero ante todo, la documentación ha pasado por el filtro de la memoria y nos revela las reticencias, los silencios, las deformaciones de la misma. Aun cuando los fieles no desdeñan las escenas de combate, los seis días que Mauricio Lucio pasó en las angustias de la batalla de Zacatecas, al parecer lo disgustaron para siempre de las escenas guerreras, y se hace retratar simplemente en acción de gracias.

La memoria es a la vez la mejor aliada y la enemiga del historiador. Estos documentos ignoran toda distancia con respecto a los hechos llamados "objetivos" (pretenden ser una simple narración exhibida); son indiferentes al espíritu de crítica (de no ser así, ¿dónde situarían al milagro?); a veces fueron ejecutados por encargo, veinte o treinta años después de los acontecimientos. En pocas palabras, constituyen un desafío permanente a las prácticas "históricas". De ahí también la fascinación que deben ejercer sobre el historiador.