México en un Espejo: Los Exvotos de San Juan de los Lagos (1870 - 1945)


Una historia universal

Tú que piensas que los Dioses se desentienden de los asuntos humanos, no te has dado cuenta, ante tantas tablas

pintadas, que muchos, gracias a sus votos, han evadido

la fuerza de la tempestad, llegando salvos al puerto

(De la naturaleza de los dioses, III, 37)



Esta cita de Cicerón permite progresar sobre distintos puntos. En primer lugar, confirma que el exvoto, aun cuando posea fuertes raíces en el mundo mediterráneo (y, por lo tanto, occidental), no se circunscribe al cristianismo, ni mucho menos al catolicismo. Al constituir un vínculo material entre la divinidad y el fiel, el exvoto se encuentra presente tan pronto como éstos empiezan a dialogar, y puede pensarse que las pinturas parietales de Altamira, Lascaux u otras cuevas, constituyen ya exvotos, propiciatorios o de acción de gracias, de los cazadores del magdaleniense.

Más aún, esas "tablas pintadas" de Cicerón son testimonio de la antigüedad, la permanencia de las formas de exvoto que nos interesan aquí, y cuyo nombre se deriva incluso de aquéllas: taules en catalán, retablos en castellano. Finalmente, la alusión a "la ventura de mar" y, por consiguiente, a los exvotos marinos, nos remite a una de las más arraigadas tradiciones de exvotos, aquellos que se relacionan con el mar. Si las "tablas pintadas" desaparecieron a todo lo largo de la Edad Media, para renacer en las ciudades italianas hacia el siglo XIV, en la forma en que las conocemos hoy en día, este renacimiento se debe al temor que inspira ese elemento totalmente imprevisible, que es el mar. La "ventura de mar" no se halla en el centro de las preocupaciones de la mayor parte de los mexicanos, quienes son ante todo, gente de tierra; de ahí que contemos con pocos testimonios de esa veta marítima de los exvotos.

Cuando el exvoto pictográfico renació en el siglo XIV, sufrió otra influencia decisiva. En el marco urbano de esa época se estaba desarrollando una clase burguesa rica, que gustaba de aparecer en los cuadros religiosos, arrodillada con fingida humildad. Las primeras tablas pintadas (entonces sobre madera) que nos han sido conservadas (Italia, Provenza, Cataluña) retomarían esta actitud, la cual sobrevive en la inmensa mayoría de los exvotos contemporáneos, a través de la acción de gracias, que en ocasiones llega a eliminar toda huella de narración en la iconografía o se mezcla extrañamente con ésta.

El exvoto es el culto a los santos a través del milagro (el signo) y la imagen; esto podría constituir también una definición de la Iglesia a raíz del concilio de Trento, en lucha contra el protestantismo. Es por ello que, mientras que el exvoto desapareció casi totalmente de la Europa protestante del Norte desde el siglo XVI, fue adquiriendo mayor relieve e importancia en la Europa católica    del Sur y en el mundo americano. Allí, sin embargo, sufriría una lenta transformación: su éxito extendería cada vez más su práctica dentro de la sociedad. La ausencia de series garantizadas como completas nos impide ubicar a ciencia cierta tal viraje; en efecto, para los siglos XVI-XVIII son los objetos más "bellos" (es decir, los más aristocráticos) los que han llegado hasta nosotros. No obstante, los exvotos populares se fueron multiplicando progresivamente en Europa; esto es perceptible, no sólo a través de la calidad de los materiales, sino también a través de las preocupaciones que allí se manifiestan: las angustias de los ricos, aun en las sociedades tradicionales, no coinciden con las de los pobres.

Se produciría una última evolución, hacia finales del siglo XIX y principios del siglo XX: la secularización de la sociedad provocaría una paulatina pérdida de afición al gesto votivo, el cual, tras milenios de existencia, se extinguiría lentamente en el mundo occidental.