México en un Espejo: Los Exvotos de San Juan de los Lagos (1870 - 1945)


El lugar del paisaje en el exvoto

"Camino de Santa Rosa,

La sierra de Guanajuato,

Allí no más tras lomita,

Se ve Dolores Hidalgo,

Yo allí me quedo, paisano,

Allí es mi pueblo adorado"


José Alfredo Jiménez



Si se pretende profundizar en el lugar que ocupa el paisaje en el exvoto, es preciso poder contestar algunas preguntas. Puesto que el culto a la Sanjuanita es profundamente regionalista, arraigado a un suelo, ¿no incumbe también al retablo proclamar las virtudes de los horizontes comunes, forjadores de la identidad? Pero ¿permanece esta identificación con el paisaje bajo la dependencia de la esfera religiosa o, al contrario, pierde la Naturaleza toda referencia a lo sagrado? Finalmente, ¿cuál es el sitio, la importancia, que esta sociedad (ampliamente rural) atribuye al medio en el cual vive y del cual extrae su magro sustento?

Recurramos primero a la estadística para que nos ayude a delinear el universo en el cual viven nuestros fieles. Como para la mayoría de las sociedades tradicionales, su vida cotidiana transcurre en el exterior (84% de los casos, descartando los indeterminados) y, como ya lo sabíamos, en el medio rural (apenas un 11% de retablos urbanos). Incluso cuando la ciudad está presente, llega en ocasiones a ser tratada como una decoración, en medio del campo: el "maestro de SLP" es uno de los pocos que tratan con igual maestría la ciudad y el campo. Por lo demás, no hay que olvidar que esta sociedad se encuentra en plena mutación, con frecuencia en desplazamiento; de ahí la importancia de las carreteras y, sobre todo, del ferrocarril; éste constituye simultáneamente un medio de transporte (incluso como armón...), una ruta que se sigue (los rieles), un punto de reunión (las estaciones). El ferrocarril constituye, finalmente, una intrusión del progreso - anhelado, pese a los accidentes que lo acompañan- en un mundo aún tradicional.

¿Posee este paisaje un alma? En casi la mitad de los exvotos, el paisaje es algo más que una simple línea del horizonte, o las paredes pintadas con vivos colores de una habitación más o menos real. Campo y monte dominan ampliamente, con la nada despreciable presencia del agua (estanques, ríos), mientras que mezquites y nopales constituyen los elementos de vegetación más difundidos. Así pueden distinguirse dos grandes series de paisajes: el paisaje accidentado y verde que se extiende desde el Bajío hasta los Altos, y aquél, más seco, que se sitúa más al norte, en la región de San Luis Potosí. Por consiguiente, este paisaje es portador de los signos de una mexicanidad occidental, que se percibe en vías de modernización (trenes en el campo, tranvías en la ciudad).

¿Se encuentra este paisaje humanizado? En amplia medida, a través de las carreteras, los puentes, la presencia de pueblos y de casas, aun aisladas, de tierras labradas las huellas humanas son numerosas, sosegadoras. Sin embargo, siguen existiendo los márgenes, donde impera la inseguridad: aquél establecido por los hombres (los bandidos) no es el más preocupante, permanece en la esfera de lo conocido, de lo frecuentado. Más opresora es la soledad de la selva, mundo salvaje en el cual pululan las fieras; aquí, la imaginación es la principal enemiga del viajero, y no hay otra protección sino la divinidad. Pero éstas no dejan de ser circunstancias excepcionales y, en la mayoría de los casos, el carácter indomable de la naturaleza asume rostros más habituales (básicamente las inundaciones en nuestra región).

¿Es este paisaje humanizado sinónimo de paisaje cristianizado? Sin duda alguna, y sería difícil dudarlo. Pero ¿es la evidencia de este hecho la que hace tan discreta la presencia religiosa en el paisaje, como en esa escena de batalla donde, a lo lejos, entre los bosquecillos, se vislumbra una capilla? ¿Acaso son más sintomáticas las torres del santuario que emergen, semiocultas, al término del camino, confundiéndose con una tierra prometida, una tierra ideal jamás alcanzada? Donde, más simplemente, la única unión que cuenta ¿no es la de la imagen, libre, etérea en su nube, y su tierra, estos cerros, valles y mezquites del Occidente? Todo lo demás no es sino literatura...