Hermenegildo Bustos, pintor de retablos
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"Allí floreció este maestro dueño de un oficio no menos perfecto que el de cualquier flamenco primitivo"
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Entre los muy numerosos pintores que atendían las necesidades de la clientela de la región de León (antes de que la fotografía acabara con todo), hay uno que fue sacado paulatinamente del anonimato: Hermenegildo Bustos, quien pasó la mayor parte de su vida en Purísima del Rincón (al sur de León, desde entonces Purísima de Bustos), compartiendo su tiempo entre sus actividades de pintor aficionado - aunque retribuido - y de hombre bueno para todo, y quien tuvo como padrinos póstumos al escritor Francisco Orozco Muñóz y, sobre todo, a Diego Rivera. El propio Bustos reivindicaba sus raíces profundamente populares, se autodenominaba "indio de este pueblo de la Purísima".
Bustos pasó lo esencial de su vida a la sombra de la Iglesia; uno de sus protectores fue el presbítero Ignacio Martínez - del cual nos ha dejado un retrato impresionante -, fundador del santuario del Señor de la Columna de Purísima del Rincón. Por supuesto, el pintor realizó numerosos exvotos para este Cristo; pero también tuvo que satisfacer pedidos en favor de San Juan de los Lagos. Unas quince láminas suyas forman parte de nuestro corpus.
Estas pueden repartirse en dos grupos. Algunas corresponden a la factura habitual de Bustos: personajes en acción de gracias, yertos, con ciertos puntos débiles en el tratamiento del cuerpo, aunque con una gran fuerza y realismo (naturalismo) en lo que concierne a los rostros. Otra serie es muy distinta, parecida a la escuela de León (donde Bustos estuvo durante algún tiempo como aprendiz), más espontánea, menos enfática en los textos, más ingenua también, con un tratamiento de los rostros de tipo "angelical" estereotipado. ¿Estaba esta serie destinada, de manera relativamente estandarizada, a una clientela más popular que la de los Carlos Aranda y Federico González López? Sea como fuere, las dos series se confunden por lo que a cronología se refiere. Y entre ambas existe una producción más libre, donde Bustos concede mayor importancia a la composición; se trata de magníficas escenas de género, reducidas al formato de una miniatura.
Bustos contaba con émulos en San Francisco del Rincón. Si bien este continuador probablemente no fue un alumno de Bustos (siendo éste demasiado modesto para ello), intentó no obstante imitarlo. Imitación y distancia saltan a la vista en el caso de esta obra del "competidor". Esta lámina quizás haya sido pintada durante la agonía de Bustos (fallecido el 28 de junio de 1907); se trata, pues de una obra impactante, como si la tumba abierta allí representada esperara a Hermenegildo Bustos.